Hola, una semana más, lo que os
traigo hoy es sencillís imo y muy útil.
Es una bolsa de tela hecha con
una de esas camisetas de tirantes que se nos quedan pequeñas, o que simplemente
se encogen con los lavados (o eso dicen algunos).
¿Cómo surgió esta idea? Bien pues
como millones de veces estaba en el pueblo con la abuela, y el caso es que
estábamos haciendo limpieza de armarios y de ropa vieja. Esto en el pueblo
significa que sólo puedes desechar aquello que no te puedas poner físicamente,
es decir, lo que por talla te sea pequeño.
Porque en el pueblo sólo llega la
moda en verano, en las fiestas del pueblo y cuando todos los hijos y nietos de
los autóctonos vuelven. Durante el resto del año todo vale: puedes llevar un sombrero
de paja, una gorra, visera o incluso el pañuelo anudado en sus esquinas, que lo
importante es ir vestido con algo práctico, que te tape, sea útil y cómodo. Lo
demás es totalmente secundario, da igual que los pantalones sean campana, de
pitillo, piratas, ciclistas, de chándal, vaqueros o de lino. ¿Te los puedes
poner? ¿Vas a gusto? ¿Si se manchan pasa algo? Pues ya está todo dicho. Cuando eres pequeño mola mucho porque es como
estar de carnaval y encima te puedes manchar que no pasa nada… eso sólo pasa en
las fiestas, que te visten de punta en blanco con los zapatitos más incómodos
del mundo y que si te cae una mancha aunque sea milimétrica, tu madre la ve y te
cae el puro del siglo.
Pero fíjate, con los años me he dado
cuenta que a pesar del carnaval que hay en el armario del pueblo y de ponerme
cualquier cosa durante el año y arreglarme sólo en fiestas, realmente el
carnaval es en verano cuando todos “los forasteros”(como dicen “los viejos”) aparecen en el pueblo. Ahí es cuando se ven
las tendencias de “la capi”, las transparencias, las camisetas fosforitas (que
parecen un post-it), los cuellos imposibles, los escotes en la espalda, los
pantalones “cagaos”, los vaqueros rotos (mucho más que los de mi armario que
tienen mil años), los taconazos y plataformas….en las plazas adoquinadas y las
calles con baches…en fin un espectáculo en el que participamos todos y muy
orgullosos de lo que llevamos ¡por supuesto!
Y otra cosa, ¿por qué no tirar la ropa que
te es grande también? Pues es una respuesta tan obvia la que me daba mi abuela
(y mi madre cuando estaba con nosotras) que ¡aún me sorprende que hiciese la
pregunta! Ellas siempre decían: “¿Y si al año que viene te sirve? ¡Guárdalo, que para hacerlo trapos siempre hay
tiempo!”
Pero eso tenía sentido cuando
tenía siete años; cuando llegué a los 18 ya me resultaba complicado que unos
pantalones de 4 tallas más, al año siguiente me sirvieran o incluso que fuesen
de hombre y no de mujer, pero lo que más
improbable me parecía eran las chaquetas y sudaderas de 4 tallas más, de todos
los estilos, con espalda ancha o estrecha e incluso con hombreras, de multitud
de colores…
Total que a eso de los 20, ya les
dije: "no os dais cuenta de que esto siempre está aquí y nunca lo usamos'" Y cuando
ya las tenía casi convencidas, tuve tan
mala pata que apareció mi primo que es un 4 x 4 y necesitaba una chaqueta. Por
supuesto en mi armario encontró varias y se fue tan contento.
Así que mi madre y mi abuela se
quedaron cargadas de razón y satisfacción de no haberme escuchado.
Y tras el
paso de los años veo que mucha de esa ropa sigue sin usarse, porque además
tiene unos colores estridentes, o unos estampados rarísimos, pero ahora me auto-convenzo
diciendo “Esto sirve de disfraz. Si un
día nos vestimos nos hará falta”.
Bueno, vamos a lo de hoy que me
distraigo. El caso es que un día una camiseta de tirantes que se encogió con
los lavados o que yo crecí, ya no me servía, de hecho me asfixiaba. Se la
dí a mi abuela para trapos, pero estaba lo suficientemente bien como para que
le diese pena romperla. Por aquel entonces no existían los contenedores de ropa
usada, así que lo que se hacía era repasar entre todos los miembros de la
familia, amigos y conocidos y ver si a alguien le podría servir. Pues nada, tampoco, porque no había niños pequeños, así que decidimos guardarla un poco más
a ver si mientras se nos ocurría algo.
Y tras llevarla de aquí para allá
unos meses cogiéndola de los tirantes nos dimos cuenta que si le cosíamos la
parte de abajo se nos quedaba una bolsa perfecta.
Total que así lo hicimos y ahora
es la bolsa de las pinzas de tender del pueblo.
Espero que os haya gustado y ¡hasta la semana que viene!
Con que disfraces pues tienes pa rato.
ResponderEliminarLlevas razon que en el pueblo todo sirve. Te voy a dar una idea con un calcetin sirve para hacer de tapon de la poza para regar.
Fijate un simple calcetin
Sigue asi. Besssss